viernes, 6 de junio de 2008

EXTRAORDINARIO VERSUS ORDINARIO

O LOS DEBERES DEL SEÑOR ALCALDE

No entraña especial dificultad diferenciar entre los adjetivos “ordinario” - común, regular y que sucede habitualmente, según definición de la Real Academia de la lengua Española – y “extraordinario” - fuera del orden o regla natural o común–. No es el caso del Señor Alcalde, quién parece carecer de la suficiente capacidad de discernimiento para establecer esta diferencia esencial así como la de cumplir con los deberes más básicos que el cargo de Alcalde conlleva. Veamos:

La convocatoria de los plenos ordinarios es una de las más elementales obligaciones del Señor Alcalde y son las propias normas de funcionamiento adoptadas por el Consistorio de Jalance en junio del año pasado las que señalan que los plenos ordinarios del Ayuntamiento para esta legislatura se han de llevar a cabo de forma bimensual, habiéndose de celebrar éstos el último viernes del mes correspondiente. Los preceptos legales y el acuerdo municipal antes citado obligaban a convocar pleno ordinario el último viernes de mayo, cosa que el Señor Alcalde, desatendiendo sus deberes inexplicablemente, no hizo.

Los plenos ordinarios han de ser convocados por el Señor Alcalde de forma ineludible e inexcusable mientras que no ocurre así con los extraordinarios, que por su naturaleza especial no se convocarán más que cuando existan temas que por su carácter extraordinario hagan necesario su estudio fuera de los plenos ordinarios.

¿Qué es, pues, lo que le ha impedido al Señor Alcalde cumplir con su deber, mientras que en lo que va de año ya ha convocado cuatro plenos “fuera del orden” o extraordinarios para tratar temas que en su mayoría son de lo más comunes y ordinarios? No tenemos respuesta, lo que sí queda claro es que el Señor Alcalde no cumple con su deber de convocar plenos ordinarios y parece confundir y mezclar, no ya churras con merinas, sino ordinario con extraordinario.

Si el señor Alcalde no sabe – o no quiere- cumplir con sus obligaciones mínimas, sea por la causa que sea, no queremos pensar qué puede llegar a pasar con aquéllas que necesitan un poco más de diligencia. Dejadez y despreocupación no son, desde luego, las mejores aptitudes para ejercer la Alcaldía.


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